“L’homme ivre d’une ombre qui passe”. Baudelaire: “Les hiboux”: Les fleurs du mal
(A mi inmenso José Manuel Reyes, en Asilah)
Tienes los ojos del blanco del alba,
tímidos expectantes
del mundo, que aún no se ha fijado en ti,
transparentes de historias sin suceder,
con los que escribes días palpitantes,
inexpertos.
Quizá de noche también los lleves
rotundamente blancos,
ocultos por una sombra que pasa:
eres desapercibida,
embriagas:
Un dolor de cabeza en el pecho, y unas palabras amargas.
Si la noche, que todavía no tienes más noche que el sueño,
te visitase lenta, párpado tras caricia,
región desesperada,
te encontraría despierta, desierta,
aspirando la eternidad de los nombres,
el bosque de los búhos,
cuyos ojos calientan las estrellas
y compiten, en prosa, con el alba.
De tu acento se repite un eco plagado, pegado a la orilla:
amar, rama, mar, adamar, además, más
amanecer tú, todo está bien: blanco.
El bosque de los búhos responde,
crascita muy oscuro, desparramado,
inerme, inerte, impávido,
y te busca despacio para adivinar tu nombre
y contarle ya al mundo que existes,
que se fije en ti y te oiga:
Así, muy despacio,
orilla tras noche,
búho tras bosque,
sombra tras olor,
miedo sin paz,
huella húmeda,
tacto impasible,
alba y noche
en un beso intranquilo:
región desesperada:
e m b r i a g a n.
(De Madrid: 5, a Asilah, 19 de febrero de 2012)
